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  Las empresas de hoy están interesadas en hipertrofiar el músculo y perder la grasa. ¿En esta lucha obsesiva y radical por obtener resultados, qué se queda en el camino?
Foto cortesía de Woodley Wonderworks    

 

No hace mucho conversaba con un colega de gran experiencia en el ámbito del desarrollo organizacional quien me argumentaba, con vehemencia y convicción: “…las empresas de hoy están interesadas y enfocadas en hipertrofiar el músculo y perder la grasa…” y con esta frase digna de un personal trainer, metaforizaba respecto del interés que las empresas de hoy ponen en el personal cuya actuación genera resultados, respecto de aquellos con aporte menos claro a la última línea del balance.

Es cierto. ¿Quién puede dudar de la legítima y necesaria preocupación de los directivos por generar resultados? Para eso fueron contratados y eso se les exige. Pero, a riesgo de ser censurado por una falta de empatía horrorosa respecto de las duras obligaciones y responsabilidades del mundo gerencial, me gustaría invitar a reflexionar sobre esta sentencia y, en especial, por el peligroso pecado de caer en el facilismo tanto a nivel de frases como de acciones.

Para esto me parece una buena idea traer a colación un caso que siento especialmente ilustrativo: hace algunos años conocí una mujer –interesante mujer ésta- cuyos hijos asistían a uno de nuestros tradicionales colegios santiaguinos el cual, entre una serie de ofertas de excelencia en su proyecto educativo, destacaba por su tradicional éxito deportivo dentro del cual subrayaba su resultado en el atletismo. Era, normalmente, un actor entre los triunfadores de los torneos interescolares. Motivado por esto, los profesores del departamento de educación física, rápidamentele echaban el ojo a los alumnos que al llegar al colegio pintaban para buenos y dejaban al resto de los muchachos viviendo la práctica de la educación física sólo como un mero recurso para su salud y desarrollo físico. Su corazón, alma y obsesiva preocupación se la brindaban a los futuros campeones. La mamá (a la que a esta altura es necesario señalar su condición de ex atleta nacional) al darse cuenta de esto y tras haber fracasado en intentar que se les diera más atención a los más malitos, decidió hacer un taller de atletismo sin ninguna exigencia de entrada y, al cabo de un breve tiempo,empezaron a desfilar en sus entrenamientos los gorditos, troncos y descoordinados. Finalmente, para no alargar en exceso el cuento, sacó con el tiempo dos records nacionales y varios atletas destacados de aquellos niños que a primera vista no pintaban para nada y que el profesorado estimó innecesario dedicarles su esfuerzo. Es legítimo entonces preguntarse, si aquel trabajador que no produce espontáneamente de modo tan eficiente como otro, debe ser excluido y discriminado por ser considerado el “descoordinado del departamento”.

Por otra parte ¿Cuántas veces las jefaturas actúan como esos profesores, perdiendo la oportunidad de transformar actuaciones mediocres en otras de calidad y excelencia sólo por que nos vamos a la segura? Del mismo modo, ¿El compromiso no se genera acaso con la evidencia mutua de directivos y trabajadores por el bien común donde todos de algún modo somos beneficiados y como resultado final la empresa, accionista y, finalmente, la comunidad? Es que no todos estamos llamados a ser Alexis Sánchez, hay otros como Javier Margas, el Chueco Yavar y el singularmente emblemático Pitbull Medel, cuya fuerza, espíritu de lucha y entrega, los hacen irremplazables aunque no sean tan talentosos. Dentro de éstos últimos, destaca Iván Zamorano cuyo jefe, Valdano, lo declaró el quinto delantero, sinónimo de prescindible, y a poco andar el campeonato tuvo que tragarse sus palabras ante el “pichichi”.

Me dirán que estos últimos tenían entrega, motivación y una tremenda fuerza interior. Puede ser, pero el líder, aquel que se reconoce como tal, debe ser capaz de sacar aquel sujeto que llevamos dentro y que a veces se esconde y se niega a revelar aquello a lo que estamos llamados a ser. Hace unos meses, en un inserto en La Tercera, declaraba Jaime Acuña, Director M.Sc en Gestión Estratégica y Dirección de Ventas de la Adolfo Ibáñez y otra serie de títulos impresionantes, que el rol fundamental de un gerente de ventas era ser un instructor de habilidades.

Estoy seguro que no sólo el gerente de ventas está llamado a esa misión. En esta época y en esta generación nos hemos transformado en fans del músculo, bien; pero, ojo con despreciar la grasa que, al final de cuentas, es nuestro ahorro.

 

Alfonso Herrera S. es Socio y Gerente de Proyectos de WorkSense Consultores

 


WorkSense®  Consultores

 

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